Como señala Villar (1994a) no existe una definición sobre "enseñanza reflexiva" aceptada y consensuada universalmente, pero señala que hace referencia a un proceso de análisis crítico por el cual los profesores
fomentan juicios reflexivos y actitudes de apertura y flexibilidad mentales que son requisitos básicos para ser un sujeto reflexivo. Así, este autor define la enseñanza reflexiva como:
"Un constructo intelectual que presta atención a la comprensión y resolución de contradicciones de la teoría y la práctica educativas como un estímulo para el desarrollo científico y profesional" (Villar 1994a, 2).
Estos planteamientos en cuanto a la formación del profesorado, tanto inicial como permanente, supone aceptar como objetivo primordial el que el profesor sea capaz de integrar el conocimiento académico en su conocimiento práctico, corrigiendo, creando y construyendo su pensamiento práctico, en un "diálogo constructivo" que instaura con la realidad y en interacción con los responsables de su formación (Echeita, 1988). Por su parte, López Melero (1993) apunta que una formación del profesorado, que responda a las necesidades educativas de la escuela actual, debe reunir una formación teórica/práctica que prepare a los profesores para saber planificar, actuar y reflexionar sobre su propia práctica. Para este autor, la clave de la calidad de la enseñanza, en una escuela integradora, está en que "el pensamiento del profesor sea en gran medida un pensamiento curricular" (López Melero 1993, 63).
Villar (1994a) apunta que la reflexión en la acción educativa presupone obligatoriamente que el docente se implique en alguna forma de experimentación curricular e instruccional (p. 4) y, señala como opuesto a la enseñanza reflexiva el que se adopte sin sentido las teorías psicológicas de aprendizaje o de prácticas innovadoras de enseñanza no estructuradas por el profesor (p. 8).
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